Esta mañana he abierto los ojos de una forma distinta. Creo que estos días de confinamiento me están enseñando algo muy importante, están permitiendo florecer en mí una parte sensible y auténtica, una parte espiritual muy profunda.
Siempre he sido una mujer de principios, amante de la sinceridad, la amistad, el compañerismo y la tolerancia. De hecho, entre mis grupos de amigos y conocidos hay personas de diferentes ideologías, creencias y costumbres. Todos ellos me han enseñado a ser quien soy, a valorar lo que tengo, a crecer y a expandirme.
Agradezco todos estos aprendizajes porque desarrollan mi crecimiento personal y me abren puertas que quizás hubieran permanecido cerradas.
Creo que en cada una de nosotras habita una sabia interior, dispuesta a expandirse si la dejamos, preparada para ser libre y empezar a volar.
Hoy me he dado cuenta de que amar al prójimo es amarme a mí misma, porque dentro de cada personita estoy yo, porque cada ser humano se halla en mí.
Hoy percibo el amor en cada célula de mi ser, en cada atisbo de humanidad, en cada movimiento del Universo.
Necesitaba parar, percibir mi despertar, rozar el cielo con mis manos, alcanzar la libertad.
Hoy sé que ya no habrá vuelta a atrás, que nada podrá detenerme. Hoy confirmo que partir del amor me expande. Hoy veo con claridad lo que antes parecía ocultarse tras las sombras. Hoy sé que amar es el secreto. Hoy siento que callar no es la solución.
Dar amor es dar vida, ofrecer nuestro apoyo es tender lazos, es crecer como ser humano, es vivir desde la libertad aceptando la parte más hermosa que hay en cada una de nosotras.
Amar es crecer, viviendo desde nuestra esencia, entrelazando nuestro corazón y nuestra mente, sin miedo a ser nosotras mismas.
Ahora percibo cada parte de mi ser como sagrada, sé que soy suficiente, sé que me quiero y me cuido con ternura, sé que me perdono y me acepto como soy.
Desde el amor hacia mi misma, aprendo a comunicarme con todos los seres del Planeta, compartiendo mi energía creativa y uniendo mis fortalezas a las suyas, buscando la unidad y el respeto mutuo.
Como dijo la Madre Teresa de Calcuta: «El amor comienza en casa, y no es lo mucho que hacemos; es cuanto amor ponemos en cada acción».