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Amar es y será siempre el vehículo perfecto para sanarnos a nosotras mismas y para sanar nuestra relación con los demás.

La esencia del amor se basa en la compasión, en el amor incondicional. Se trata del sentimiento más puro, lleno de luminosidad y energía, con un alto poder vibracional.

Desde el momento en el que nuestro único deseo es transmitir el bien, nos transformamos en amor puro. A partir de ahí transmitimos esa fuente maravillosa y empezamos a desprender cualquier atisbo de apego. Dejamos de sufrir para vivir intensamente desde el amor.

Cuando empiezas a amarte incondicionalmente, aceptas cualquier parte de ti. Ya no importan esas pequeñas arrugas que aparecen en tus ojos, tu incipiente barriguita o la necesidad de recurrir a las gafas para poder leer tu libro favorito.

Cuando comprendes que el amor es la base de todo, empiezas a vivir de verdad, comprendes el dolor de los demás, entiendes su rabia o su rencor, te nutres de la energía universal y abrazas tu estado natural.

Pasamos por procesos muy dolorosos a lo largo de nuestra vida, son momentos difíciles e incluso desesperantes. Como personas humanas, queremos que el proceso acabe lo antes posible, que todo vuelva a la normalidad, que deje ya de torturarnos esa situación y que empecemos una nueva etapa llena de alegrías y nuevas distracciones.

Todo lleva su tiempo y ocurre para nuestro bien. Es difícil de aceptar, lo sé, sobre todo si se trata de situaciones muy dolorosas. No podemos olvidar que somos seres espirituales viviendo una experiencia terrenal y que todo proceso forma parte de nuestro aprendizaje y de nuestra evolución.

Aceptar no significa humillarnos o dejar de poner límites, aceptar significa ver ese momento como lo que es, una experiencia más que nos ayuda a crecer, que nos permite evolucionar y que nos aporta el conocimiento que precisamos en ese instante de nuestra vida.

Si aceptamos desde el amor, la transformación es inmediata. Empezamos a percibir la esencia de la vida, transformamos una mala experiencia en un aprendizaje y soltamos todo aquello que nos daña y que impide nuestro crecimiento.

Amar es sanar, es descubrir nuestra verdadera esencia, es admirar la obra maestra en la que nos hemos convertido, es sentir en nuestro interior el sentimiento más puro y limpio que nos permite ser lo que somos, seres maravillosos.

Todo aprendizaje requiere tiempo y espacio para sanar. Tómate ese tiempo y busca un espacio en el que te sientas cómoda. Empieza a sanar esas heridas que tienes abiertas, límpialas con amor, cúralas y mímalas para que cicatricen. Si de vez en cuando vuelven a molestarte, acarícialas con ternura, forman parte de ti, de tu experiencia, de tu grado de conocimiento, de tu aprendizaje y de tu evolución. No las ocultes, sácalas a la luz porque gracias a ellas eres quien eres. Gracias a ellas te has convertido en una mujer fuerte, valiente y consciente.

Amar es el secreto para sanar, para seguir avanzando con paso firme, para vivir con pasión y seguridad, para transformar cualquier dificultad en aprendizaje, para disfrutar de cada experiencia extrayendo de ella lo mejor.

Tienes una vida maravillosa en tus manos, aprovéchala, saca lo mejor de ti y libera tus temores. Ama sin medida cada parte de ti, cada acto, cada palabra, para convertirte en la maravillosa creadora de tu realidad.

Si estás dispuesta a sanar, no centres tu atención en los demás, mira tu interior y empieza una historia de amor contigo misma. Ya me contarás qué te parece esta nueva experiencia, te aseguro que tu vida se va a transformar.