Estos días de confinamiento me han permitido dedicar un poco más de tiempo a cuidar mi mundo interior y, sinceramente, estoy muy agradecida por ello.
Este último año ha sido maravilloso para mí por todos los logros que he tenido tanto a nivel personal como a nivel profesional. Pero, al mismo tiempo, ha sido extenuarte. La vorágine de formaciones, eventos, participaciones y colaboraciones ha supuesto un gasto de energía extraordinario.
Mi agotamiento a nivel físico y mental necesitaba un impás, un alto en el camino, para recargar las pilas.
Gracias a la nueva situación que estamos atravesando, puedo dedicarme las horas de sueño que necesito, junto a los cuidados necesarios para sanar cuerpo, mente y espíritu.
Uno de los aspectos en los que estoy más enfocada ahora mismo es en tratarme con amor y dulzura, tal y como me gustaría que lo hicieran los demás.
Me observo y me hablo con ternura, eligiendo las palabras adecuadas, aquellas que me llenan y me aportan. Palabras cargadas de emoción, palabras que refuerzan cada parte de mí, que me empoderan y me dan vida.
Siempre he procurado que mi diálogo interno fuera positivo, centrado en destacar todo lo bueno que hay en mí. Aceptando que soy humana y, como tal, puedo cometer errores.
Lo importante ahora es dirigir nuestra mente hacia todo aquello que queremos potenciar, hacia todo aquello que queremos atraer a nuestra vida.
Gracias a ello nos centramos en vivir el momento presente, en lo que está ocurriendo aquí y ahora, dejando a un lado el pasado y el futuro, pasando a protagonizar este instante.
Yo suelo decirme a mí misma: María Jesús, tú puedes con esto o tú eres capaz de conseguir lo que te propongas, para motivarme frente a cualquier reto que se me presenta, porque sé que todo depende de mi actitud, de la forma en que analizo lo que me ocurre, de donde sitúo el foco de atención.
Me encantaría que me contases qué piensas de todo esto, si sueles hablarte a ti misma de forma constructiva y si te tratas con amor.