Muchas veces nos quejamos de nuestra mala suerte, de las pocas oportunidades que tenemos de disfrutar de la vida, de lo difícil que resulta todo, de la cantidad de impedimentos que nos limitan y de la suerte que tienen algunos.
Para lograr nuestra felicidad no basta con desearla, también hay que atreverse a dar el paso, abandonar nuestra zona de confort para buscar aquello que anhelamos.
Nos movemos en un entorno conocido que nos da la comodidad necesaria para no querer salir de él y eso no es malo de por sí. El problema viene cuando sentimos que deseamos algo más, que esta comodidad relativa nos limita y nos impide conseguir aquello que realmente anhelamos.
Bajo el concepto de «espacio seguro» construimos nuestra vida, intentando reducir los imprevistos y los riesgos y obtenemos esa seguridad deseada.
Pero, ¿qué ocurre cuando esa seguridad nos limita?
Cada una de nosotras guarda en su interior un inmenso potencial que necesita expandirse. Renunciar a nuestros sueños es vivir sin pasión, es perder el rumbo de nuestras vidas y dejarse llevar por la corriente, renunciando a alcanzar la plenitud.
Dentro de nuestro mundo multitarea, tenemos un espacio destinado a nuestro desarrollo personal que debemos cuidar. Detenernos un instante y reflexionar sobre ello nos dará las claves para conocernos mejor y para potenciar nuestra creatividad.
A mí me encanta conectar con la naturaleza y respirar profundamente, preguntándome qué quiero realmente para mí, cuáles son mis sueños, qué me detiene y cuál es el primer paso que puedo dar para alcanzarlos.
Esta práctica forma parte de mi rutina semanal, me mantiene enfocada en lo que quiero realmente, alejando mis pensamientos de todo aquello que no deseo para mí.
Te reto a ponerlo en práctica, a enfocarte en tus metas y a cuestionarte todo aquello que te detiene.
¿Qué me dices, te atreves a ser feliz? 😉