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A lo largo de nuestra vida pasamos por muchas experiencias, algunas gratificantes y otras no tanto, que van fortaleciendo nuestra personalidad, contribuyendo a nuestro crecimiento personal.

Al enfrentarnos a una experiencia trágica y dolorosa, se produce en nosotras una herida que necesita un tiempo prudencial para poder cicatrizar.

Normalmente nos centramos en una pronta solución de la misma pues no queremos alargar el sufrimiento, pero es necesario prestarle la atención que se merece, ya que si no lo hacemos esa cicatriz no sanará jamás.

Todas esas heridas que coleccionamos a lo largo de nuestra vida son en realidad oportunidades de crecimiento que nos hacen más fuertes y nos facilitan la experiencia necesaria para poder superar nuevos obstáculos.

Cuando te tomas el tiempo necesario para analizar la situación, ampliando tu perspectiva y observando tus emociones, conectas con esa parte de sabiduría que todas nosotras guardamos en nuestro interior. Ese momento de reflexión posterior, en el que el dolor ya no es tan intenso, te  permite ver la situación de una forma más objetiva.

 

 

Esto no quiere decir que lo hayas borrado de tu memoria, ni mucho menos. Simplemente ya no merece tu atención exclusiva, pero, al mismo tiempo, te ha servido para aprender lo que no quieres volver a tener en tu vida.

El secreto para poder sanar nuestras heridas es llegar a aceptar lo que nos ha sucedido para poder pasar página.

La no aceptación supone una nueva repetición de los hechos de una forma u otra, hasta que lleguemos a aprender la lección que necesitamos para seguir creciendo, para seguir evolucionando como seres humanos.

Si, por el contrario, nos levantamos inmediatamente después de caer e intentamos relegar al olvido lo que nos ha sucedido, sin llevarnos una aprendizaje de todo ello, tarde o temprano volverán a aparecer viejas grietas en nuestro interior.

Es importante que puedas detenerte en tu camino, respirando profundamente y sintiendo en tu corazón todo el dolor y las emociones que se despiertan en ti. Permite que salgan, que se expresen y que fluyan, porque sólo así lograrás avanzar y sanar esas heridas que interrumpen tu proceso.