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Creer en una misma es algo que por desgracia pocas veces nos inculcan en la escuela.

Aprendemos a ejercitar nuestro cerebro con miles de conceptos inútiles que supuestamente nos preparan para la vida futura, pero ¿qué hay de nuestras emociones nuestros miedos y nuestra esencia?

No somos sólo madres, empleadas, compañeras, hijas o hermanas. Nuestro mundo no se reduce únicamente a esto, a pesar de que a menudo caemos en sus redes.

Nuestra educación y nuestra cultura fomentan nuestros miedos, recordándonos continuamente todo aquello que no podemos hacer, no podemos decir o no podemos ser.

Apenas se nos enseña a ser libres, a creer en nuestras capacidades y a explorar nuestros límites.

 

 

Con el paso del tiempo nos damos cuenta de que la única limitación que tenemos es aquella que nosotras mismas nos imponemos, bien porque escuchamos a otras personas que viven en el miedo, bien porque no nos atrevemos a explorar nuestras posibilidades o bien porque la comodidad nos gana la batalla.

Ante esta situación, hagámonos una simple pregunta:

¿Quiero vivir así el resto de mis días?

Si la respuesta es afirmativa, es porque nuestra vida nos place y estamos felices por ello, pero, si por el contrario, es negativa, quiere decir que quizás un cambio nos vendría muy bien.

Y créeme cuando te digo que si te cuestionas estas cosas es porque realmente sientes que el lugar que ocupas no es el que quieres para ti.

Yo misma te diré que soy esposa, madre y trabajadora y que no limito mi esencia sólo a estas facetas. Me encanta mi vida y me encanta mi familia, pero también me gusta aprender cosas nuevas, disfrutar del momento y sentir que mi vida es un regalo que yo decido abrir.

¡Lucha por tus sueños, vive intensamente y sé libre para elegir tu propio destino!