Esperar que algo suceda suele generarnos ansiedad. Nuestra mente viaja a gran velocidad y deseamos que nuestros pensamientos se materialicen lo antes posible para sentirnos seguras.
Sabemos que todo proceso toma su tiempo, lo hemos oido cientos de veces y lo hemos experimentado otras tantas pero, aún así, seguimos intentando adelantar los acontecimientos, forzando la situación, a riesgo de entorpecer su desarrollo.
¿Qué sucede cuando nos centramos única y exclusivamente en obtener resultados, sin respetar los procesos naturales?
María Eugenia Manrique nos cuenta un pequeño relato de la antigua China con el que podemos sentirnos identificadas en más de una ocasión:
«Tirar de los brotes para que crezcan»
«Había un hombre que trabajaba la tierra y sembraba arroz para la subsistencia de su familia. Entre los vecinos tenía fama de ser muy impaciente con los ritmos de la naturaleza, especialmente con el tiempo entre la siembra y la cosecha.
Sucedió un año en que, apenas había terminado de sembrar el arroz, se sentó para verlo brotar y comenzó a desesperarse porque le parecía que demoraría mucho en salir. Al llegar la noche, en medio de una gran ansiedad, se quedó dormido con un único pensamiento: encontrar la manera de acelerar el proceso y hacer que el arroz creciera más rápido.
Al día siguiente despertó con una gran idea. Según él, había encontrado la solución a su problema. Si tiraba de los pequeños brotes de arroz con sus manos, estros crecerían más rápido que de forma natural y tendría arroz antes que todos los demás sembradores. Con esta idea, se levantó al amanecer entusiasmado por comenzar su faena. Después de pasarse todo el día hasta el anochecer tirando de los brotes de arroz, regresó a casa tan agotado que se tendió a descansar.
Al siguiente día, después de un largo descanso, se sentía muy contento con el trabajo hecho, y comentó a su familia que el día anterior había tirado de los brotes de arroz para ayudarlos a crecer. Estaba seguro que, con esto, los brotes ya estarían más grandes. Al escucharlo, su hijo mayor salió corriendo al campo para ver lo que su padre había hecho y se encontró con que todas las plantas se habían marchitado durante la noche, por lo que habían perdido la cosecha completa ese año».
«Sabiduría de la Antigua China» María Eugenia Manrique.
La naturaleza es sabia, todo proceso requiere de un espacio temporal, de unas fases de desarrollo y de unas circunstancias propicias para llevarse a cabo.
Cuando nos enfocamos única y exclusivamente en el resultado, olvidamos que la evolución es parte fundamental del proceso, dejamos de disfrutar de todo ese camino que necesitamos recorrer para valorar el producto final.
Al fijar nuestra mente en tener inmediatamente aquello que deseamos, no le damos el tiempo necesario para que crezca fuerte y seguro, no le dejamos integrar cada fase de su desarrollo, limitando así su verdadero potencial.
Esos momentos de espera son, en realidad, grandes maestros. Nos permiten conectar con lo que sentimos, notar nuestra ansiedad y cómo se manifiesta en nuestro cuerpo.
Aprovecha para cerrar los ojos y conectar con tu interior, para conocerte mejor, para enfocarte en lo que quieres lograr. Asume que el recorrido está lleno de etapas que hay que ir superando poco a poco, con consciencia y con presencia.
Al avanzar rápidamente, olvidamos disfrutar del viaje, pararnos a contemplar nuestros avances e integrar cada uno de los aprendizajes.
Dime ahora, ¿dejas que las semillas broten lentamente en tu corazón o, por el contrario, fuerzas el proceso para zanjar lo antes posible cualquier inconveniente?
Obsérvate, mira en tu interior y reconoce cada uno de los bellos momentos que forman parte de tu evolución, ama cada parte de ti y aprende a esperar ese renacer, alimentando cada día esa semilla, con amor, dedicándole el tiempo que necesita para florecer.