Para mí el mejor momento del día es el desayuno. Se convierte en una experiencia gratificante en la que planteo mis objetivos diarios.
Preparo mi café con leche y mis tostadas y disfruto de la tranquilidad de la mañana antes de que se despierte mi familia.
Ese momento de soledad me proporciona una experiencia maravillosa. No hay ruidos externos de televisión, radio, ni móviles. Esa tranquilidad me permite pensar en el nuevo día que amanece, en las oportunidades que me esperan y en la posibilidad de lograr nuevas metas.
Si te soy sincera, hasta hace muy poco tiempo, el levantarme por la mañana era para mí todo un suplicio. Mi principal objetivo era llegar lo antes posible al viernes tarde y empezar a disfrutar del fin de semana. Pero lo más triste es que el domingo por la mañana ya estaba pensando en que al día siguiente tenía que ir a trabajar. Y no te digo nada del domingo por la noche… El mal humor y el dolor de cabeza se apoderaban de mí de una forma realmente destructiva.
Siempre he creído que ese no debía ser mi estado natural, que yo tenía el mismo derecho a ser feliz que cualquier otra persona y, por eso mismo, buscaba la felicidad en el exterior. Ansiaba tener mayor independencia financiera para poder dejar de trabajar y tener más tiempo para mí misma.
Y ¿quién no quiere dejar de trabajar?. Pero, ese no era mi problema principal. La clave se encontraba en mi actitud, en mi manera de enfocar las dificultades, en mi visión de ellas y en mi aceptación de las circunstancias.
Cuando aprendes a darte cuenta de que todas aquellas cosas que ocurren en tu vida son experiencias de crecimiento que muchas veces te permiten rectificar y apreciar tus errores, entonces se despierta en ti otra forma de entender la vida.
Es en ese momento cuando te planteas qué es lo que deseas y lo que buscas. Tomas conciencia de que tu manera de aceptar o no lo que sucede en tu vida determina tu destino.
Si cambias tu actitud a la hora de enfrentar tus problemas la vida te sonríe, es cierto!
El recurrir mentalmente, una y otra vez, a aquello que te molesta, a la discusión que has tenido con tus hijos, a la falta de educación de tu vecina, a la desconsideración de tu jefa o a las colas en la autopista, no hace más que acrecentar tu ansiedad y provocarte un malestar generalizado.
Es normal que el momento de la aparición del problema te desestabilice, pero una vez que éste ha pasado no es sano recurrir una y otra vez a lo mismo. Es primordial aprender a centrarnos en el aquí y el ahora, en lo que ocurre en nuestro entorno en el momento presente. También es básico analizar cuáles son nuestros sentimientos al respecto, cómo reaccionamos ante lo que nos ocurre y cuál es nuestra conclusión.
Somos mujeres y somos fuertes desde que nacemos. La sociedad nos ha hecho de esta manera, debemos demostrar continuamente nuestra valía en un mundo primario, que , a pesar de la época en la que vivimos, no nos ofrece las mismas posibilidades que al sexo contrario. Es triste, pero real. No hablo sólo de sueldos, hablo de oportunidades, de facilidades y de juicios establecidos.
Me encanta ser mujer. Sé que soy fuerte, poderosa y capaz de conseguir cualquier cosa y no voy a dejar que nada ni nadie me diga lo contrario.
No pienso escuchar opiniones limitantes. Yo soy lo que quiero ser y es así como me siento yo misma.
Se acabó quedar bien y satisfacer a los demás sacrificándome siempre. Se acabó sufrir por el qué dirán. Voy a dejar de escuchar a mi cerebro todo el tiempo. Ahora es mi corazón el que me guía y, ¿sabes una cosa?, en este momento me siento yo misma y me encanta.
¡Yo elijo mi vida! 😉